Bill Gates es sinónimo de innovación y liderazgo en el mundo de la tecnología, pero, pocos conocen la historia detrás de su obsesión con un juego aparentemente simple: el Buscaminas. Este clásico de Microsoft Windows no solo fue un pasatiempo para Gates, sino una batalla personal que lo llevó a desafiar los límites de la lógica y la estrategia.
El Buscaminas, lanzado en 1990 como parte del Windows Entertainment Pack, fue más que un simple juego para el joven Gates. En una época en la que Microsoft se dedicaba principalmente a los sistemas operativos, este juego se convirtió en su primer acercamiento a la industria de los videojuegos. Aunque inicialmente concebido como una herramienta para mejorar la destreza con el ratón y el teclado, pronto se convirtió en un desafío mental para el cofundador de la compañía.
La mecánica del Buscaminas es sencilla, pero adictiva: el jugador debe despejar un campo de minas evitando detonar ninguna. Cada clic revela pistas sobre la ubicación de las minas, exigiendo atención y habilidad para interpretar los datos y tomar decisiones estratégicas.
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La obsesión de Gates por el juego Buscaminas
Antes de su lanzamiento público, el Buscaminas ya era un éxito entre los empleados de Microsoft. Gates, en su afán por dominar el juego, se sumergió en una competencia interna por establecer récords de puntuación. Su dedicación llegó a tal punto que Melinda French, su futura esposa, intervino para pedir que no se le informara de nuevos récords con el fin de no distraerlo de sus responsabilidades.
Gates incluso intentó una “desintoxicación” al desinstalar el juego de su propio equipo, pero pronto encontró una forma de volver a desafiar sus límites. Utilizando el ordenador del presidente de Microsoft, Mike Hallman, Gates logró establecer un nuevo récord en el modo principiante en tan solo cinco segundos.
La trampa final
La obsesión de Gates alcanzó su punto máximo cuando Bruce Ryan, uno de los responsables del desarrollo del Buscaminas, estableció una marca imposible de superar. Utilizando un programa de automatización de software de Windows, Ryan logró un tiempo récord de “un segundo”, desincentivando así a Gates de seguir intentando superarlo.
La lección final llegó cuando Gates, en un tono irónico, anunció a todos los empleados de Microsoft que una plataforma automatizada había superado su récord, lamentando la pérdida de las “habilidades críticas” ante la tecnología. Esta anécdota no solo revela la pasión y determinación de Gates, sino también su capacidad para reconocer los límites de la tecnología frente al ingenio humano.
El legado de Bill Gates va más allá de la creación de Microsoft; su obsesión con el Buscaminas es un recordatorio de que incluso los genios tecnológicos tienen sus propias batallas personales que librar, aunque sean contra un simple juego de ordenador.
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